La pregunta que nos hacemos día a día es ¿qué de extraordinario tiene vivir el tiempo presente? ¿Qué diferencia hay al tiempo de antes si en vez de progresar vamos retrocediendo?, o como dicen muchos: “eran mejor los tiempos de antes”.
Hemos perdido la capacidad de maravillarnos en las pequeñas cosas, en los pequeños milagros que Dios nos regala a diario y que hacen de nuestra vida algo extraordinario.
Dice el Papa Francisco “hemos hecho a un lado la capacidad de maravillarnos, de asombrarnos, de ir más allá, de romper esquemas y vivimos en una terrible melancolía, en un pasado simple, añorando algo que no podemos alcanzar, un pasado que nos abandona y situaciones del presente que no podemos cambiar sino más que aceptar y continuar hacia adelante con la mirada bien puesta en Cristo, con la mirada en alto, hacía el calvario esperando ahora ser ese Cristo que dé la vida por aquel que le ha amado primero. (cf. 1 Jn 4,19).
San Francisco decía “comienza haciendo lo necesario, después estarás haciendo lo ordinario y cuando menos te des cuenta ya abras hecho lo extraordinario”.
Las grandes obras son hechas por personas simples y comunes, pero todo cambia cuando la simplicidad, de los cinco panes y dos peces se los damos al Señor para que Él los multiplique, aquí es donde ocurre lo extraordinario, “pues lo que para el mundo era despreciable, para Dios se ha vuelto de gran valor”. (1 Co 1,28).
El día de hoy, aún hay personas que dan su vida disfrutando lo que hacen y poniendo toda su carga de energías en ello, pese al sufrimiento, dolor o contradicción.
A estas personas los llamamos los “héroes del silencio”, pues mediante su entrega, sacrificio, generosidad y pasión por la vida que los caracteriza hacen la diferencia entre nosotros, aun en medio del silencio hacen ruido, en las tinieblas resplandecen y en medio de la desesperanza llevan alegría.
Estos héroes son personas que cumplen con alegría sus labores cotidianas en el trabajo, en el hogar, en la escuela, sembrando optimismo y esfuerzo a donde quiera que van. Son héroes en el anonimato, aquellos que mueren todos los días un poco a sí mismos, para que Cristo sea, quien poco a poco se forme en su carne débil, para que Cristo se quien viva en ellos. (cf Ga 2,20).
A estos héroes los conocemos en Nuestra Madre Iglesia como santos.
La santidad no está tan lejos como pensamos, sino que es cuestión de dejarse moldear por Dios, convirtiéndonos en el testimonio que queremos ver en los demás.
Buen día y gracias por leerme!!
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