No son diez, solamente son dos
Cuando Mario Anguiano mandó llamar a los diez políticos coli menses, supuestamente más destacados y aptos, para desem peñar tan importante encomienda para que platicaran y se esta blecieran normas y tiempos en las futuras elecciones, les dijo claramente que no se distrajeran de sus obligaciones, que primero estaba el deber y después las ambiciones políticas. Nadie le entendió o se hicieron patos, porque a partir de esa fecha, a todos se les ve muy diligentes en sus respectivos cargos, con una sonrisa de oreja a oreja, saludando a todo mundo muy amable y dando a la prensa optimistas declaracio nes. En verdad se creyeron que son los mejores, se tragaron el cuento que les contó el gobernador y ahora se sienten intocables e indispensables en la labor que cada uno desempeña.
Hágame el favor, ¡Qué los compre quien no los conozca…!
Todos los ciudadanos sabemos que la importancia se las ha dado el puesto, pero eso no quiere decir que sean idóneos para llevar las riendas del estado.
Debería de existir un comité ciudadano que se encargara de aplicarles un exámen de oposición a estos suspirantes, y a todos aquellos que se sintieran con las suficientes cualidades para estar en el puesto. Los no idóneos serían relegados de toda función pública y los “buenos” se quedarían a participar en las diferentes contiendas electorales.
El “buscapiés” que les lanzó Mario Anguiano es pura faramalla para hacer creer al pueblo, que vivimos en una sociedad ejemplarmente democrática.
Son tan ingenuos y candorosos que se la creyeron ellos mismos y ya se sienten en la antesala de la gubernatura.
Nadie, con tres dedos de frente, puede creer que en el PRI existan diez políticos (as) con igualdad de capacidades y oportu nidades para gobernar Colima, nadie excepto los diez citados.
Si acaso serán dos o tres cuando mucho, pero de ahí no pasan. Y no porque tengan o no cualidades, más bien porque tienen buenos padrinos en la cúpula nacional o estatal, todos sabemos quiénes son.
Aquí van dos, el tercero es una incógnita todavía: Ignacio Peralta y Federico Rangel.
Vamos a ver quién se impone.
Algunos de la lista que más confían en sus cualidades, si no ganan la soñada candidatura ya están pensando cambiarse de partido para ver si el nuevo organismo los postula, porque están viendo que se les está pasando el tren.
Uno de estos es el señor Rogelio Rueda que está pagando “de su bolsa” fotografías suyas y de su familia en los camiones urbanos de la ciudad de Colima donde resalta su imagen de hombre honesto y hogareño.
También, Rafael Gutiérrez anda en sus alcances, el otrora hom bre de gesto adusto y mal encachado, ahora lo podemos ver en diferentes muros de la ciudad luciendo una amable y bonachona sonrisa.
¿Usted les creé…? Yo tampoco.
No obstante lo anterior es un verdadero acierto de Mario Anguiano, la jugada es muy benéfica para el partido.
Al final de cuentas Mario se está portando como un hombre astuto, toda vez que en ningún momento aseguró que el candi dato saldría de su sacrosanto dedo, simplemente impuso su liderazgo y los invitó a trabajar honestamente, a evitar la guerra intestina que tanto daño hace a los partidos, ahí tenemos al PRD, haciéndose pedazos, como perros, en la lucha por el hueso de la presidencia interna.
La candidatura se va a decidir desde la calzada Galván o desde Los Pinos, pero deberá ser algo bien estudiado por los dos habitantes de dichas casas, todo bien medido y cuantificado, cuidando la unidad y la integridad del partido, nada de decisio nes apresuradas, todo con mesura.
La candidatura al gobierno del Estado es la más ambicio nada por todos los que se dedican a estas cosas de la política, desgraciadamente sólo hay una, y esa será para el más agra ciado, los demás deberán “conformarse” con alguna de las otras candidaturas que estarán en juego; diputaciones federales, presidencias municipales, diputaciones locales o algún puesto público que en su momento les llegará como premio de consola ción.
Por eso deben de portarse bien y caminar derechitos, al fin de cuentas, para todos hay, aunque todos desean comerse la más grande. Son pues, Pecatas Minutas.
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