viernes, 17 de enero de 2014

Policías comunitarios dan calma a Coahuayana

Luis Rosales Chávez, enviado especial.-
Coahuayana, Michoacán.- escuelas cerradas, el 60 por ciento de los comercios cerraron al público desde la tarde del lunes, calles y avenidas desoladas y un gran sector de la población que vela en estos momentos a un distinguido comerciante que fue asesinado por el crimen organizado, es parte de lo que se vive en estos momentos en el municipio de Coahuayana.
Un retén militar ubicado en la comunidad de Cerro de Ortega figura dentro de la ruta para llegar a Coahuayana partiendo del municipio de Tecomán, en San Vicente otro retén pero éste de la Marina inspecciona a todo vehículo que circula de diferentes puntos, el destino de es Coahuayana, aquí donde desde la tarde de ayer reina la desolación en las calles y el temor de sus habitantes al salir, los niños no tuvieron clases y los pocos que se les ve andan de la mano con sus padres.
La presidencia municipal está cerrada al público, no abre desde el lunes, y permanecen vigilada por elementos de la Marina, imposible acercarse, pues a pesar de que los vecinos afirman que el alcalde panista Andrés Cárdenas Guerrero se encuentra dentro, pocos lo han visto en la calle.
Intentamos acercarnos a la alcaldía, los marinos nos impidieron, nos autorizaron a tomar unas fotografías de la presidencia municipal y nos pidieron que nos retiráramos.
En el estacionamiento externo de la presidencia municipal, un hombre que se encontraba con su esposa y dos de sus hijos dentro de un vehículo Tsuru de color blanco, nos pregunta de dónde venimos, no identificamos y tras una breve charla le pedimos su ayuda para poder llegar y dialogar con algunos policías comunitarios, no duda y de inmediato nos pide que lo sigamos.
El hombre nos lleva por la avenida principal de este municipio, donde observamos como decenas de comercios están cerrados, entramos por una calle, a una cuadra se para y baja a su esposa y una de sus hijas y nos hace una seña que continuemos siguiéndolo, y así fue.
Llegamos a una calle estrecha, observamos a varios hombres con camiseta azul marino con la leyenda “Policía comunitaria”, habíamos llegado al lugar donde estaban velando a Julio Navarrete, distinguido comerciante que ayer fue asesinado a quemarropa presuntamente por integrantes del crimen organizado luego de que se negó a pagar cuota para seguir trabajando su negocio.
Ahí platicamos con algunos pobladores quienes de inmediato mostraron su coraje por la muerte de Navarrete, pero también dejaron en claro que ni van a permitir más muertes. La indignación que provoca esta muerte lleva acumulándose desde hace 4 años.
Los pobladores respiran una tranquilidad incierta. Ahora el miedo es un enfrentamiento entre elementos federales y policías comunitarios, y quienes resienten más esta problemática son los adultos mayores quienes han visto su pueblo carcomido por la delincuencia organizada durante años, y ahora por un posible conflicto armado.
Pedro Barajas, un adulto mayor de la población, conoce la problemática de su pueblo. Con 66 años viviendo en Coahuayana, se queja “de 4 años para acá hemos vivido amargamente por los malandrines. Como no hay trabajo, no hay de qué vivir y son huevones para trabajar, mejor se ponen a robar”.
Desde tiempo atrás, el crimen organizado se había incrustado en la vida productiva de la zona, exigiendo cuotas a los agricultores y sus trabajadores, la muerte era el castigo por incumplir este mandato. Lo de Julio Navarrete es un ejemplo.
A los lugareños no eran a los únicos a quienes el crimen organizado obligaba a cumplir su mandato. “La Coca-Cola ya no entra aquí. Quizá porque no se prestó a esto (a la extorsión)”, interviene Manuel Campos, otro habitante mayor de Coahuayana.
“Aquí desde Comisión Federal (de Electricidad) para arriba cooperan. Estamos hablando de que cooperan porque llegan diciendo ‘me mandó Fulano’ y ya con el hecho de mentar un nombre ya mejor esa persona o institución mejor no hace su trabajo. ¿Será por miedo?”, termina cuestionándose.
La llegada de la Policía Comunitaria da un cierto respiro de tranquilidad, según Pedro Barajas, “todos esas personas que vienen (policías comunitarios) es a proteger a la gente de aquí que están en la misma situación que en Apatzingán”. Añade Manuel Campos: “estamos atemorizados todos en el pueblo desde hace 4 años”. 
La tensión en la cabecera municipal es alta. Todos los comerciantes cierran sus negocios a las 8 de la noche a más tardar. A primeras horas de oscuridad, la zona se convierte en un pueblo fantasma. La esperanza está en que las autodefensas les regresen la tranquilidad que había sido secuestrado hace mucho tiempo. “Ojalá todo esto sea para bien”, suspira Campos.
Para ambos, la presencia de fuerzas de seguridad ha sido casi nula, “(la Policía Federal) ha cooperado en la forma en que nos apoyan. Serán los únicos de federal para arriba, de federal para abajo nadie le entra”, y aun así no han parado las desapariciones, “se llevaron a 3 ó 4 ayer, que no sabemos a dónde le dieron o si se lo llevaron los Federales o los criminales”.
Para Manuel Campos, lo de Julio Navarrete es el ejemplo de lo que se vive en todo México, “él ya no quiso seguirles su juego (al crimen organizado), darles dinero y eso es la muerte para cualquier persona que se rehúsa a seguirles dando. Por eso la mayoría de personas que están bien trabajando, agarrando dinero, todos tenían que cooperar, y aquí tenemos la muestra: ya no quiso darles más”. Finaliza.


1 comentario:

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