jueves, 26 de junio de 2014

Columnista El Alacrán/Colima

LOS PLURINOMINALES, UN MAL INNECESARIO

GABRIEL MACÍAS BECERRIL
(colaborador del bisemanario El Alacrán )

Los plurinominales, son diputados por los que ningún ciudadano votó pero que tienen los mismos sueldos, facultades y prerrogativas que el resto de los diputados. 
Los designa su partido político no por elección, sino por decisión de la dirigencia. 
En México, hay doscientos de ellos a nivel federal y en cada Estado existen también en los Congresos locales. 
Cada uno de esos diputados federales, gana entre tres y cinco millones de pesos anuales y tiene derecho a un promedio de diez ayudantes, asesores o colaboradores, vehículos, choferes, gastos de viaje y de representación.
Los plurinominales, como no le deben nada a la gente, porque ni siquiera contendieron en ninguna elección, le deben todo a su líder partidista y son por lo tanto, los más fieles vasallos de la clase gobernante y los políticos más lejanos del ciudadano común. 
Pero votan en el Congreso al igual que los que sí son producto de una elección ciudadana. 
En realidad, los plurinominales resultan en la práctica, los encargados de operar las medidas políticas más impopulares porque ellos no tienen conflictos de intereses. 
Su interés es muy claro: estar bien con los de arriba aunque lo lamenten los de abajo, pues ellos no fueron electos por el pueblo y no tienen, por lo tanto, mayor compromiso con él. 
Son una especie de mercenarios de la política, políticos profesionales, les gusta autodeno minarse para atenuar un poco el significado, aunque es al fin, lo mismo. 
Usted los puede reconocer porque en casi toda su existencia no han dado golpe alguno de trabajo sin cobrar en la administración pública, y normalmente, están incapacitados para la vida práctica que afronta cualquier ciudadano común.
Los plurinominales son en México, un mal innecesario.
Se inventaron durante la presidencia de José López Portillo, para matizar el descarado autoritarismo del gobierno en materia electoral y simular pluralidad en el poder legislativo. 
Pero desde que se inventaron hasta la fecha, esa especie de diputados sin ciudadanos a quien representar, han servido para maldita la cosa, a no ser que para vivir opíparamente del presupuesto nacional. 
Ahí permanecen, inamovibles en su ficticia plurinominalidad, porque, al final, todos abrevan de la misma nómina y del mismo origen que decide su destino que por cierto, también compar ten, pues no es otro ni mejor destino que el de vivir postrados de rodillas al tronar de dedos de los poderosos intereses que real mente gobiernan este país, de espaldas a la gente.
En esencia, la del diputado plurinominal es una misión despreciable, porque quiebra los verdaderos hilos conductores que debería tener una democracia legítima y pretende disimular las perversidades del poder, de las cuales, la más grave, es el engaño al ciudadano común, cuando se trata de hacerle creer que está representado en esa farsa legislativa, en la que lo único que con frecuencia se representa, es la realidad lacerante de un pueblo gravemente herido por la desigualdad y la injusticia.
Un pueblo que a veces, atónito, observa como un diputado plurinominal se traga en su consumo anual, lo que bastaría para satisfacer el hambre de una ochocientas familias de los millones de indigentes que existen en México.

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