El mal no cesa de buscar en los hombres como sus mejores aliados, así como el campo ideal donde reinar.
Son muchas las manifestaciones diarias que hacen patente nuestra triste realidad, para los humanos es fácil saber que el mal se siembra en los corazones de algunos hombres que les provoca toda clase de ambición, es más, a algunas hasta la llaman ambición de la buena o ambición positiva todo aquello que tiene que ver con el poder, el dinero y los bienes mate riales, se convierten en hombres perversos.
Dios ofrece la paz y el hombre la guerra.
Dios ha creado todas las cosas y el hombre se aba lanza sobre ellas, sin importar que esto suponga el aplastar a los demás.
No importa tener que matar, incluso en nombre de Dios.
Manifestaciones de supuesta bondad para aprove charse de la ingenuidad o de la imposibilidad de defenderse de los más débiles.
La meta es obtener más bienes, a costa de lo que sea, ya lo cité cuando mencioné a Nicolás Maquiavelo: “el fin justifica los medios”.
Puede haber guerra donde la ambición de unos hace que muchos estén muriendo de hambre o sucum biendo ante el grito absurdo de las armas.
Presenciamos la mayor de las incoherencias: hay quienes piensan que sirven a Dios matando a quienes no piensan igual que ellos.
Hoy, manifestaciones de este tipo se dan por todas partes, pues el demonio no duerme ni tiene fronteras. Lo mismo hace a nivel de naciones como en los grupos más pequeños, e incluso a nivel individual.
No escapa ni el mundo de las religiones ni el de la moda, ni mucho menos el nivel político.
La Procuraduría a consignado a quienes han matado a su hijo en nombre de Dios, así ocurrió con un asesino de Ixtlahuacán, cuyo caso fue del dominio público
El mal no descarta ningún nivel social para hacer estragos, ni siquiera descarta a algunas personas por ser ineficientes en las responsabilidades que tienen.
Es necesaria la fuerza de Cristo resucitado para revertir estas espirales de violencia, pues sólo Él ha vencido al mal, sólo Él ha vencido el odio y las ambicio nes humanas, poniendo en alto, como vencedor, al amor.
Jesús vive, trae la paz y no defrauda ni enarbola falsas esperanzas.
Él no es político que vive del erario público, pero es preciso acercarse a Él y encontrar más corazones dispuestos a hacer realidad su propuesta y su victoria.
Encontrarse con Cristo Jesús es abrir los ojos y practicar la justicia, condición fundamental para
exigir la justicia a los demás.
En México, ante las circunstancias que vivimos, es lamentable encontrar a quienes pretenden ser servi dores públicos, buscando que la gente vote por ellos porque a su propio parecer, tienen la solución para todo y al mismo tiempo, manifiestan una gran pobre za en su calidad humana y en su comprensión del servicio.
Se creen los Mesías, pero no ejercen la justicia, la paz, el amor, la honestidad y el trabajo digno, por contrario se llenan de soberbia y ven un enemigo a aquél que les señala sus errores o simplemente no está de acuerdo en sus maquiavélicos planes, que en lugar de incluir y valorar a esa persona lo rechazan y calumnian, pero hay que recordar que de Jesús también blasfemaron.
Los promocionales que bombardean a la opinión pública, son sólo para ofender y sacar los trapos sucios de los demás. Así vivimos en las redes sociales el comportamiento de algunos indignos políticos y dirigentes de partidos, como si el descubrir las sucie dades ajenas hiciera mejores a quienes luego las publican o a los candidatos que respaldan.
Satisfacción de sus ambiciones, eso es lo que buscan. Y esto sucede en grandes, medianas y pequeñas esferas.
Es difícil encontrar que en casa los hermanos discu tan y peleen por realizar las labores domésticas, a no ser que se les haya ofrecido una recompensa por ello.
Quien ha tenido una experiencia con Cristo es el que puede servir a sus hermanos sin ambición y sólo por justicia.
Aquél que no ama, terminará levantando la mano en contra de su hermano, o lo usará para sus propósitos egoístas.
Y cuando digo hermano también incluyo a usted, porque para Jesucristo todos somos hermanos.
Cristo ha venido a traernos la paz; una paz que sacude la comodidad en la que algunos quieren una auténtica felicidad, aquella que brota de la justicia y no de la satisfacción personal.
Estar con Cristo es hacer el bien y el bien objetivo, no el que a casa uno le parezca mejor, sino la voluntad de Dios, porque amarnos los unos a los otros, es respetar la ley y por encima de la ley aplicar la justicia.
Buen día y gracias por leerme!!
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