El boicot anunciado en días previos en contra de los comicios del pasado 7 de junio no se llevó a cabo pues la mayoría de las personas que quisieron hacerlo, pudieron emitir su voto incluso en los estados considerados como focos rojos, salvo algunas excepciones que no dejaron de ser incidentes aislados.
El presidente Peña Nieto anunció en cadena nacional que las elecciones se realizaron en paz y esa relativa calma fueron impuestas por la fuerza. Hay una parte del comunicado en la que el Peña Nieto reconoce la labor de las fuerzas federales y dice estar agradecido por su invaluable labor y por haber colaborado en el noble ejercicio de la democracia. Vaya pues, que democrático país en el que muchos de sus ciudadanos tienen que asistir a las urnas custodiados por los soldados.
Si bien es cierto que el gobierno estaba obligado a mantener el orden en el proceso electoral dadas las amenazas y los últimos acontecimientos en los estados considerados de alto riesgo como Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán; tampoco es para estar presumiendo, al contrario, debería darle vergüenza, y en lugar de mostrar esas actitud triunfalista debería de disculparse ante el pueblo de México; pedir perdón por no saber llevar las riendas del país y tener que utilizar al ejército para imponer el respeto a la democracia.
También con relación a los comicios, otra medida del Gobierno Federal, pero ésta más ingeniosa, fue la que implementó la Secretaría de Educación Pública unos días antes del 7 de junio al engañar a los maestros del SNTE y de la CNTE anunciando que el examen de ingreso, permanencia y promoción, establecido en la Reforma Educativa, se posponía por no contar con los recursos técnicos. El INEE (Instituto Nacional de Evaluación Educativa) a través de su directora, la “carismática” Sylvia Schmelkes le siguió el juego a la SEP e hizo toda una serie de manifestaciones y protestas en contra de la absurda medida; es decir, se rasgó las vestiduras por la indignación que esto le provocaba, y a punto del infarto aseguro ante los medios que “la medida atentaba contra el Artículo Tercero Constitucional, que estaban violando flagrantemente la ley”. O sea que la señora le hizo al cuento pues, para que todo pareciera verdad.
Sin embargo, los involucrados se la creyeron y la medida fue tomada con beneplácito por todo el magisterio nacional. Se comenzó a especular sobre la renuncia de Chuayffet y su posible sucesor, los docentes echaron campanas al vuelo creyendo que la Reforma Educativa se venía abajo; volvieron a creer en las buenas intenciones del gobierno priista, y muchos volvieron a votar por el PRI y por la Nueva Alianza, porque estos si responden a las demandas del pueblo, porque son chicos buenahonda. Hasta los de la CNTE se calmaron al ver que la principal demanda había sido cumplida.
Pero de forma inesperada, saliendo del agujero donde permaneció durante 9 días, precisamente un día después de las elecciones, Emilio Chuayffet se presentó ante las cámaras y nos dijo que el examen estaba en pie y que se aplicaría en las fechas previamente establecidas; también nos dio una lección de lingüística, apoyado en el Diccionario de la Real Academia Española y dijo con una sonrisa burlona: “suspender no significa cancelar, ni diferir ni detener…
Así, una vez superado el duro trance de la jornada electoral, el señor secretario, con su estilo prepotente e impositivo, dijo que la suspensión temporal se debió a dos causas, una, que nadie le creyó y que se refería a la falta de computadoras y la carencia de conectividad necesaria para aplicar el proceso de evaluación, y la otra cuya explicación estuvo abalada por el cinismo y aducía a causas políticas, pues se tenía que mantener una extrema prudencia para no vulnerar el proceso electoral que se avecinaba. Con esto reconoció que la medida fue una vulgar mentira, un engaño al magisterio nacional. Es como si hubiera dicho: “Les di atole con el dedo para que no protestaran durante las elecciones”.
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